Lecturas: "Pascin" |
Hay obras de apariencia sencilla que encierran detrás una complejidad y un torrente de creatividad inusitadas. Es el caso de la mentirosa biografía de Pascin que hizo Sfar y que nos presenta Ponent Mon.
Pascin
Joann Sfar
Ponent Mon
Julius Mordecäi Pincas, nacido en la ciudad búlgara de Vidin en 1885, cursó sus estudios de artes en Viena y pronto se estableció en Múnich, donde su escandaloso ritmo de vida y su trabajo de caricaturista con tintes eróticos le llevó a cambiar de nombre por el de Jules Pascin para "salvaguardar" el buen nombre de su familia de ricos marchantes. Criado en el seno de una estricta familia de judíos sefarditas, abrazó pues con rapidez la libertad que le ofrecía la vida en el extranjero. De Alemania pasó a Francia, el Reino Unido, Estados Unidos (donde se nacionalizó estadounidense) y Cuba, para finalmente regresar a Francia. En París, sus acuarelas de modelos femeninos le reportaron fama entre críticos internacionales y una muy buena consideración en su círculo de amistades más cercanas. Pascin formaba parte de la Escuela de París, un movimiento que agrupaba a los artistas extranjeros llegados a la capital gala en busca de libertad y reconocimiento. Allí se suicidó el 2 de junio de 1930.
La turbulenta y sórdida vida que llevó junto con sus compañeros y amigos le sirvió para ganarse el afectivo sobrenombre de "Príncipe de Montparnasse". El artista organizaba continuamente fiestas con tal de no encontrarse solo y ésta es la excusa que utiliza Joann Sfar para presentarnos una suerte de imaginada (y muy libre) biografía del artista búlgaro. Sfar nos propone a través de varios episodios de la vida de Pascin una visión de un París de época, comúnmente asociada a los relatos de Hemingway; recrea un París bohemio y sucio, pero a la vez bullicioso y vivaz. Los burdeles y los cafés se dan la mano en un ambiente donde el libertinaje se consuma en festejos privados precedidos de inteligentes y mordaces diálogos, la danza de apareamiento dialéctica que acaba por despojar de hipócritas y superficiales poses de clase y etiqueta para mostrar la humanidad con toda su crudeza. Nombres que figuran en los libros de arte como el propio Pascin, Soutine, Chagall o Kokoschka son desposeídos de su condición de firmas abstractas para adquirir una humanidad deprimente y cercana.
Las palabras que salen de los labios de Pascin son aquellas con las que Sfar nos quiere hablar de la soledad, del amor y de la sexualidad sin tabús, pero también sin caer ni en sentimentalismos facilones ni en la pornografía obscena. Con la naturalidad con la que deja un trazo en un lienzo, y en muchas ocasiones con una vulgaridad rayante en la ofensa, Pascin habla de arte pero también habla de la vida y de las mujeres. Para él, es la pintura la auténtica fuerza vital, la encarnación de los impulsos que nos empujan por una vida que nos desborda y nos supera. Es el sexo su origen, y al mismo tiempo son las palabras y los actos imputados por Sfar a Pascin los que confieren auténtica vida a este tergiversado personaje.
Mientras Pascin y sus cercanos debaten sobre sus pinturas, sus actos y el género femenino, Sfar aprovecha para hacer nuevos ejercicios, para experimentar distintas soluciones a lo largo de los capítulos que componen la biografía. Acaba por construir un recital caleidoscópico, una coral de técnicas y velocidades que se van amoldando a las pequeñas y erráticas citas sobre el personaje de Pascin y su mundo. Era la Escuela de París un movimiento sin cohesión artística, un grupo que dejó un legado de estilos heterogéneo que Sfar ha heredado en esta obra. Las distintas situaciones que nos va presentando, atemporales y escogidas al azar, vienen ataviadas cada una con un envoltorio gráfico distinto. Sfar se muestra inquieto y por ello no confiere una unidad a un libro que ni siquiera lo necesita. Resulta, entonces, un muestrario de la capacidad narrativa y creadora de un autor que no improvisa, sino que trabaja a golpe de inspiración.
Es consecuencia también, qué duda cabe, de la serialización de esta obra. Pascin fue apareciendo de 1997 a 2002 en la revista Lapin, para ser recopilada en 6 volúmenes publicados por L'Association. Finalmente, fue editada en un único volumen, versión que Ponent Mon ha escogido para traer esta obra a España. De la misma editorial resta por publicar el epílogo, La java bleue, que verá la luz en noviembre de este mismo año y servirá como colorida guinda a una excelente obra.
Páginas interiores:
Pascin
Joann Sfar
Ponent Mon
Julius Mordecäi Pincas, nacido en la ciudad búlgara de Vidin en 1885, cursó sus estudios de artes en Viena y pronto se estableció en Múnich, donde su escandaloso ritmo de vida y su trabajo de caricaturista con tintes eróticos le llevó a cambiar de nombre por el de Jules Pascin para "salvaguardar" el buen nombre de su familia de ricos marchantes. Criado en el seno de una estricta familia de judíos sefarditas, abrazó pues con rapidez la libertad que le ofrecía la vida en el extranjero. De Alemania pasó a Francia, el Reino Unido, Estados Unidos (donde se nacionalizó estadounidense) y Cuba, para finalmente regresar a Francia. En París, sus acuarelas de modelos femeninos le reportaron fama entre críticos internacionales y una muy buena consideración en su círculo de amistades más cercanas. Pascin formaba parte de la Escuela de París, un movimiento que agrupaba a los artistas extranjeros llegados a la capital gala en busca de libertad y reconocimiento. Allí se suicidó el 2 de junio de 1930.
La turbulenta y sórdida vida que llevó junto con sus compañeros y amigos le sirvió para ganarse el afectivo sobrenombre de "Príncipe de Montparnasse". El artista organizaba continuamente fiestas con tal de no encontrarse solo y ésta es la excusa que utiliza Joann Sfar para presentarnos una suerte de imaginada (y muy libre) biografía del artista búlgaro. Sfar nos propone a través de varios episodios de la vida de Pascin una visión de un París de época, comúnmente asociada a los relatos de Hemingway; recrea un París bohemio y sucio, pero a la vez bullicioso y vivaz. Los burdeles y los cafés se dan la mano en un ambiente donde el libertinaje se consuma en festejos privados precedidos de inteligentes y mordaces diálogos, la danza de apareamiento dialéctica que acaba por despojar de hipócritas y superficiales poses de clase y etiqueta para mostrar la humanidad con toda su crudeza. Nombres que figuran en los libros de arte como el propio Pascin, Soutine, Chagall o Kokoschka son desposeídos de su condición de firmas abstractas para adquirir una humanidad deprimente y cercana.
Las palabras que salen de los labios de Pascin son aquellas con las que Sfar nos quiere hablar de la soledad, del amor y de la sexualidad sin tabús, pero también sin caer ni en sentimentalismos facilones ni en la pornografía obscena. Con la naturalidad con la que deja un trazo en un lienzo, y en muchas ocasiones con una vulgaridad rayante en la ofensa, Pascin habla de arte pero también habla de la vida y de las mujeres. Para él, es la pintura la auténtica fuerza vital, la encarnación de los impulsos que nos empujan por una vida que nos desborda y nos supera. Es el sexo su origen, y al mismo tiempo son las palabras y los actos imputados por Sfar a Pascin los que confieren auténtica vida a este tergiversado personaje.
Mientras Pascin y sus cercanos debaten sobre sus pinturas, sus actos y el género femenino, Sfar aprovecha para hacer nuevos ejercicios, para experimentar distintas soluciones a lo largo de los capítulos que componen la biografía. Acaba por construir un recital caleidoscópico, una coral de técnicas y velocidades que se van amoldando a las pequeñas y erráticas citas sobre el personaje de Pascin y su mundo. Era la Escuela de París un movimiento sin cohesión artística, un grupo que dejó un legado de estilos heterogéneo que Sfar ha heredado en esta obra. Las distintas situaciones que nos va presentando, atemporales y escogidas al azar, vienen ataviadas cada una con un envoltorio gráfico distinto. Sfar se muestra inquieto y por ello no confiere una unidad a un libro que ni siquiera lo necesita. Resulta, entonces, un muestrario de la capacidad narrativa y creadora de un autor que no improvisa, sino que trabaja a golpe de inspiración.
Es consecuencia también, qué duda cabe, de la serialización de esta obra. Pascin fue apareciendo de 1997 a 2002 en la revista Lapin, para ser recopilada en 6 volúmenes publicados por L'Association. Finalmente, fue editada en un único volumen, versión que Ponent Mon ha escogido para traer esta obra a España. De la misma editorial resta por publicar el epílogo, La java bleue, que verá la luz en noviembre de este mismo año y servirá como colorida guinda a una excelente obra.
Páginas interiores:
Etiquetas: Lecturas
5 Comentarios:
Me lo estaba pensando..¿de verdad es tan bueno?.
Lo tendrè en cuenta.
Por Anónimo, a las 2:08 p. m.
Una muy buena reseña para un muy buen tebeo
Por Anónimo, a las 3:00 p. m.
Grandísimo comic y fantásticos diálogos. Además permite ver la evolución del arte de Sfar porque se realizó en un periodo muy dilatado de tiempo. Me encantó. Felicidades por la reseña.
Por El lector de comics, a las 1:47 a. m.
Gracias, papácairo y Jordi. Con obras así, las reseñas se escriben solas.
Por tirafrutas, a las 2:01 a. m.
Una reseña excelente, me parece... y el tebeo parece interesante de verdad. Gracias (de nuevo) por la recomendación, Tirafrutas. Es una suerte tener tanto Sfar por descubrir... :)
Por Anónimo, a las 8:51 a. m.
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