Jacarandá

El terrible poder redentor de la Naturaleza

JACARANDÁ
Shiriagari Kotobuki
Dolmen Editorial
Rústica. 320 pág. B/N. 16 €


El fin del mundo civilizado tal y como lo conocemos no debe de ser un espectáculo muy agradable, digno de verse y disfrutarse, ni mucho menos formar parte del plantel protagonista que lo sufre en sus carnes. Así lo entiende Shiriagari Kotobuki, autor de Jacarandá, que en más de trescientas páginas plasma un apocalipsis dantesco que azota a nuestro Tokio actual.

La naturaleza no escatima crueldades para restablecer el orden castigando a un ser humano egoísta, pretencioso y superficial. Su arma es un jacarandá, un árbol tropical de América del Sur, que brota y crece sin cesar en el centro de la ciudad de Tokio, causando miles de accidentes que precipitan el caos. Enormes explosiones y colosas llamaradas se ciernen en protagonistas de un libro concebido como una reflexión acerca de la deshumanización de la propia humanidad. Un gigantesco árbol acaba presidiendo el horizonte de la megalópolis, primero como un arcángel castigador por nuestros pecados y finalmente como redentor, que acude al rescate para salvaguardar la esencia del ser humano y su papel dentro del orden natural.

Shiriagari Kotobuki confiesa en el epílogo del libro haber estirado lo que podría haber contado como anécdota moralista de 3 viñetas en una hecatombre de más de trescientas páginas. Pero en ellas aprovecha para hacer un ejercicio de expresividad gráfica tal que el dibujo evoluciona de forma paralela y ecuánime a las atrocidades que hace padecer a los personajes que huyen y agonizan entre sus viñetas. De un Tokio sucio, polucionado tanto en la superficie como en su misma alma, pasamos a una vorágine sin fin de desgracias y catástrofes que se ceban con una población atemorizada y confusa que no entiende el porqué de tanto horror. Así, Kotobuki va agilizando y rompiendo su trazo, las figuras van perdiendo consistencia y el caos deviene en absoluto protagonista del libro, para acabar ofreciéndonos repentinamente una simbología llena de luz que contrasta de forma dispar con la negrura que presidía la historia hasta ese momento. Ésta última es la herramienta con la que un apiadado Kotobuki afea y oscurece las peores escenas que se presentan en Jacarandá, dejando acaso a nuestra mente completar las brutales imágenes que nos golpean con certera ferocidad. Un terrible efecto de sugestión que acaba por ser redimido asimismo mediante la alegórica salvación que una imponente efigie brinda a los supervivientes.


Imágenes interiores del libro:


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