Lecturas: "Sócrates el semi-perro: Heracles" |
Es motivo de alegría la publicación de cualquier álbum que venga con los nombres de Joann Sfar o Christophe Blain en la portada. Más aún si en él se combinan las destrezas de ambos autores, como ocurre en esta ocasión.
Sócrates el semi-perro: Heracles
Joann Sfar y Christophe Blain
Ediciones Sins entido
Paralelamente a la salida del primer volumen de la serie de El gato del rabino, en 2002, salió a la venta otro primer álbum firmado por el prolífico Joann Sfar con un animal parlanchín como narrador. Con la participación en la parte gráfica de Christophe Blain (Isaac el pirata), Joann Sfar ahonda en una Grecia que entremezcla la mitología homérica y la era presocrática desde el punto de vista de la mascota del mismísimo Heracles. Sócrates el semi-perro: Heracles relata las gestas del semidiós hijo de Zeus a ojos de Sócrates, mitad perro mitad filósofo, semiperro en conclusión, que ofrece bajo una postura extremadamente analítica una visión canalla de su amo.
Sócrates es un personaje que hace honor a su famoso homónimo filósofo de la Grecia antigua. El can obliga a los demás a preguntarse por su propia condición y acaba por desgranarnos con minuciosidad la humanidad y las debilidades sexuales de Heracles. Los aforismos del perro a menudo caen en la dialéctica platónica, mientras su amo trata de seducir a todas las mujeres que encuentra y se pelea con los monstruos que obstruyen su camino. Gracias a Sócrates asistimos a una disertación sobre el amor, los ritos del cortejo y los tics lujuriosos del estereotipo musculoso y rudo de hombre por antonomasia. Qué mejor representante de esta figura idealizada que el gran semidiós de la cultura helena, todo hombría y músculo, testosterona por las nubes, y primario en sus necesidades y reacciones. Cualquiera se puede dejar seducir por los agudos comentarios en off de Sócrates, que, con más humor que erudición, no se priva de criticar los combates o los escarceos amorosos de su amo. Este perro juega con la idea moralizadora de sintetizar en un estereotipo anacrónico pero de paradójica vigencia el comportamiento humano ante las relaciones afectivas.
Una hagiografía antropológica que nos ofrece la versión más ligera de Joann Sfar, doctor con excelencia en Filosofía e historietista cum laude. Este autor está dotado de una habilidad innata para crear un torbellino incontrolable de situaciones jocosas a la par que tiernas y poéticas. Sfar es capaz de combinar en una misma historia autoparodia, humanismo, aventuras y lírica, en lo que ya se ha convertido en una auténtica marca de fábrica. Tanto en El gato del rabino como en Sócrates el semi-perro, con el punto en común de estar protagonizados por animales con la capacidad de hablar, el autor construye sendas fábulas que se cuestionan la esencia del ser humano, la exactitud de sus convicciones y sus rasgos más racionales. En ambos casos el animal cuestiona los valores del hombre, quien es habitualmente reflejado como un ser plano cuyos argumentos no soportan el embite de la más cruda pero sencilla interrogación. En El gato del rabino el enfoque religioso de Sfar está plasmado de forma más introspectiva y las cuestiones abordadas intentan atravesar la férrea determinación de los personajes humanos. En cambio, Sócrates el semi-perro es más bien una pequeña diversión, una travesura acompañada de unos cuantos guiños eróticos y otros tantos del ámbito de la Filosofía, que Sfar despacha casi por ensalmo. Aparte de las consabidas referencias a la mitología griega y a los nombres capitales de la Filosofía clásica, el autor no puede evitar crear un álbum cómplice con una parte importante de sus estudios. Heracles, por ejemplo, bien podría llamarse Heráclito: siempre en movimiento, inquieto, de conflicto en conflicto, parece seguir de pies juntillas los aforismos del filósofo de Éfeso. O Sócrates, en un papel de Tiresias, ejerce de mediador en las relaciones entre los hombres y las mujeres, gracias a su condición no humana.
Mención aparte para Christophe Blain, quien rubrica un trabajo a la altura de las circunstancias. La representación de un portentoso Heracles, de complexidad tan fornida como pequeña es su testa, resume a la perfección la simplicidad de un personaje guiado a base de impulsos. Sócrates, con su largo hocico, es capaz de husmear hasta el más escondido recoveco de la personalidad de su amo. Con una eficacia extrema, Blain construye a base de unas pocas pinceladas una Grecia minimalista que se encuentra enclaustrada en una parrilla de seis viñetas por página. Una distribución rígida que, sumada a la narración en off, nos deja como resultado un cuento ilustrado que podría preveerse estático. Pero gracias a la habilidad del dibujante por dotar de inusitada vida a sus personajes y de recrear un entorno mediterráneo clásico ensalzado, acaba por conjugar perfectamente lo que se convierte en el escenario teatral de las correrías de un semidiós griego y su perro filósofo.
Sócrates el semi-perro: Heracles
Joann Sfar y Christophe Blain
Ediciones Sins entido
Paralelamente a la salida del primer volumen de la serie de El gato del rabino, en 2002, salió a la venta otro primer álbum firmado por el prolífico Joann Sfar con un animal parlanchín como narrador. Con la participación en la parte gráfica de Christophe Blain (Isaac el pirata), Joann Sfar ahonda en una Grecia que entremezcla la mitología homérica y la era presocrática desde el punto de vista de la mascota del mismísimo Heracles. Sócrates el semi-perro: Heracles relata las gestas del semidiós hijo de Zeus a ojos de Sócrates, mitad perro mitad filósofo, semiperro en conclusión, que ofrece bajo una postura extremadamente analítica una visión canalla de su amo.
Sócrates es un personaje que hace honor a su famoso homónimo filósofo de la Grecia antigua. El can obliga a los demás a preguntarse por su propia condición y acaba por desgranarnos con minuciosidad la humanidad y las debilidades sexuales de Heracles. Los aforismos del perro a menudo caen en la dialéctica platónica, mientras su amo trata de seducir a todas las mujeres que encuentra y se pelea con los monstruos que obstruyen su camino. Gracias a Sócrates asistimos a una disertación sobre el amor, los ritos del cortejo y los tics lujuriosos del estereotipo musculoso y rudo de hombre por antonomasia. Qué mejor representante de esta figura idealizada que el gran semidiós de la cultura helena, todo hombría y músculo, testosterona por las nubes, y primario en sus necesidades y reacciones. Cualquiera se puede dejar seducir por los agudos comentarios en off de Sócrates, que, con más humor que erudición, no se priva de criticar los combates o los escarceos amorosos de su amo. Este perro juega con la idea moralizadora de sintetizar en un estereotipo anacrónico pero de paradójica vigencia el comportamiento humano ante las relaciones afectivas.
Una hagiografía antropológica que nos ofrece la versión más ligera de Joann Sfar, doctor con excelencia en Filosofía e historietista cum laude. Este autor está dotado de una habilidad innata para crear un torbellino incontrolable de situaciones jocosas a la par que tiernas y poéticas. Sfar es capaz de combinar en una misma historia autoparodia, humanismo, aventuras y lírica, en lo que ya se ha convertido en una auténtica marca de fábrica. Tanto en El gato del rabino como en Sócrates el semi-perro, con el punto en común de estar protagonizados por animales con la capacidad de hablar, el autor construye sendas fábulas que se cuestionan la esencia del ser humano, la exactitud de sus convicciones y sus rasgos más racionales. En ambos casos el animal cuestiona los valores del hombre, quien es habitualmente reflejado como un ser plano cuyos argumentos no soportan el embite de la más cruda pero sencilla interrogación. En El gato del rabino el enfoque religioso de Sfar está plasmado de forma más introspectiva y las cuestiones abordadas intentan atravesar la férrea determinación de los personajes humanos. En cambio, Sócrates el semi-perro es más bien una pequeña diversión, una travesura acompañada de unos cuantos guiños eróticos y otros tantos del ámbito de la Filosofía, que Sfar despacha casi por ensalmo. Aparte de las consabidas referencias a la mitología griega y a los nombres capitales de la Filosofía clásica, el autor no puede evitar crear un álbum cómplice con una parte importante de sus estudios. Heracles, por ejemplo, bien podría llamarse Heráclito: siempre en movimiento, inquieto, de conflicto en conflicto, parece seguir de pies juntillas los aforismos del filósofo de Éfeso. O Sócrates, en un papel de Tiresias, ejerce de mediador en las relaciones entre los hombres y las mujeres, gracias a su condición no humana.
Mención aparte para Christophe Blain, quien rubrica un trabajo a la altura de las circunstancias. La representación de un portentoso Heracles, de complexidad tan fornida como pequeña es su testa, resume a la perfección la simplicidad de un personaje guiado a base de impulsos. Sócrates, con su largo hocico, es capaz de husmear hasta el más escondido recoveco de la personalidad de su amo. Con una eficacia extrema, Blain construye a base de unas pocas pinceladas una Grecia minimalista que se encuentra enclaustrada en una parrilla de seis viñetas por página. Una distribución rígida que, sumada a la narración en off, nos deja como resultado un cuento ilustrado que podría preveerse estático. Pero gracias a la habilidad del dibujante por dotar de inusitada vida a sus personajes y de recrear un entorno mediterráneo clásico ensalzado, acaba por conjugar perfectamente lo que se convierte en el escenario teatral de las correrías de un semidiós griego y su perro filósofo.
Etiquetas: Lecturas
7 Comentarios:
Habrá que esperar a los siguientes volúmenes pero este me ha parecido flojo. No hay historia ni narración; hay solo una suma de viñetas sin linealidad. El perro habla de su amo y ya está. Pero no hay argumento. Los diálogos del perro tampoco están a la altura del gato del rabino, pero lo más flojo para mi es la ausencia de argumento.
Por El lector de comics, a las 10:58 a. m.
Por eso mismo insisto en que ésta es la versión ligera de Sfar. No tan despreocupada como la de París - Londres, pero se le acerca. La comparación con El gato del rabino era obligada y así la he remarcado, pero las divergencias también eran obvias: Sfar se preocupa mucho más en estudiar el judaísmo que en indagar en la Filosofía tradicional. Para esto último, es más recomendable acercarse a sus versiones de los diálogos de Platón.
El siguiente álbum de Sócrates el semi-perro es más épico y aventurero. La serie quedó colgada allí, por los compromisos personales de cada uno de los autores.
Por tirafrutas, a las 12:15 p. m.
Yo me leí ayer El valle de las maravillas, y no le encontré la gracia.
Una especie de road movie de dos amigos, en que destaca alguna gracieta pero poco más. El dibujo de Sfar parece que lo haya hecho en dos tardes, no el color que está más trabajado.
Así que como guionista lo veo con aptitudes, el dibujo me tira para atrás. Para mi superior otros artistas en la misma onda con Trondheim o Blain.
Por Anónimo, a las 5:17 p. m.
Estoy bastante de acuerdo en todo lo que comentas en la reseña, Sergio. No deja de ser un Sfar menor, lo cual tampoco quiere decir que sea malo ni mucho menos. En cierto modo prefiero al Sfar "ligero" que al excesivamente profundo de Pascin, por ejemplo, porque me da la sensación de que da más margen al lector para sacar sus propias conclusiones. Creo que en El gato del rabino logra el equilibrio entre los dos puntos y es donde lo borda. Aunque claro, aquí tiene a Blain en el dibujo, que es un fiera, y pinta una Grecia que me ha encantado, me parece muy fiel en su minimalismo, como tu apuntas.
El segunto tomo no lo he leído, pero si dices que es más épico, caerá ;)
Por Anónimo, a las 9:43 p. m.
Cuidado, berni, que el Sfar de Pascin no es tan profundo, entendiéndolo como espeso y difícil de digerir. Es capaz de ofrecernos una compleja disertación del deseo y la lujuria, del arte como pasión irrefrenable, vestida de tropelías de la vida bohemia. Una obra que considero apta para todos los paladares.
Anónimo, el dibujo de Sfar no es elaborado, pero ni lo quiere hacer así. Él mismo sostiene, en cada entrevista y en cada encuentro, que no planifica la página, simplemente descorcha su imaginación a cada momento. Por eso no es raro encontrar en un mismo álbum suyo distintas soluciones, un conjunto heterogéneo que puede dispersar al lector pero que ofrece una visión de su genialidad. Supongo que prefieres a Trondheim por lo clásico de su planteamiento, alejado del caos de Sfar. En este Sócrates el semi-perro el dibujo recae en Blain, que hace un buen trabajo, aunque alejado de su contemporáneo Isaac el pirata.
Por tirafrutas, a las 10:45 p. m.
Me ha gustado esa reseña, Tirafrutas. Muy buena.
He ojeado el título en mi librería habitual y allí se quedo.
Este no parece el mejor Sfar y mucho menos el mejor Blain. Seguiré con "El gato..." y con "...el pirata", mucho mejores.
Por Anónimo, a las 9:10 p. m.
Cierto, no hay una línea argumental que desencadene en una conclusión de una historia previamente planeada. Sfar va desperdigando sus ideas sobre las relaciones humanas como le va viniendo en gana. Aunque Sócrates no represente al hombre como un animal, sí que le veo, como dices, Álvaro, algunas ideas de Morris al respecto, sobre todo también en la figura de la mujer.
Por tirafrutas, a las 3:44 p. m.
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