Lecturas: "Vida de una niña" |
Tendría que haber subido esta reseña hace ya tiempo, pero inexplicablemente se había quedado relegada en los borradores. Despiste mío, sin duda, que corrijo ipso facto:
Vida de una niña
Phoebe Gloeckner
La Cúpula
Phoebe Gloeckner es una autora de cómics desconocida. Normal, cuando su producción se limita a las dos recopilaciones Vida de una niña y Diario de una adolescente. En el libro que nos ocupa se recogen las historias cortas que ha realizado la autora a lo largo de veinte años. Sin ánimo de ser publicados, sólo como instrumento para expulsar los demonios internos, Phoebe Gloeckner descubre en sus dibujos una vida desgarradora, un sentimiento angustioso, con el nudo en el estómago y la rabia contenida, el ansia de canalizar todos sus ahogos hacia el exterior. No hay coherencia argumental entre los distintos relatos, el único nexo común es el de mostrarnos las distintas etapas de la mujer moderna. La niña que sufre abusos por parte de un padrastro aborrecible, la adolescente que se interna en el mundo de las drogas y el libertinaje propio de finales de los 60 y principios de los 70, y la mujer casada insatisfecha con su vida. Tres periodos que reflejan de forma cruda y sin alardes, sinceramente reales, el desasosiego y la inconformidad de una autora que se sirve del cómic para dar un puñetazo en la mesa y mostrarnos la parte más vil de una sociedad condescendiente con la misoginia. Gloeckner nos asesta un certero golpe en lo más profundo de nuestra hipocresía. Ataca al hombre, pero tampoco disculpa a la mujer sometida a los caprichos. No deja títere con cabeza para dejar bien a las claras cuánto miserable se aprovecha de la inocencia.
Sorprendente la capacidad de análisis y la madurez que una jovencísima Gloeckner nos muestra en sus historias más primerizas. Dibujados a escondidas, ocultados al resto de gente, estos dolorosos garabatos servían a la pequeña niña para expulsar toda su incredulidad y, posteriormente, su odio hacia un padrastro abusivo. La turbia y agitada adolescencia de la autora le lleva a integrarse en un mundo underground muy propio de la época, y con aquel estilo de dibujo que despuntaba en la América más indie consigue presentarnos una urbe y una forma de vida sucias. Se dedicaría después profesionalmente a la ilustración médica, tal como se demuestra en varias ilustraciones incluidas al final del libro. No hay que buscar, pues, teniendo en cuenta que las historias se han creado desperdigadas a lo largo de veinte años de la vida de la autora, una coherencia gráfica. Gloeckner dibuja lo que y cómo le pide el cuerpo.
La obsesión por las drogas y el sexo le atenaza durante toda la obra. El miembro viril está siempre presente, más que como aparato reproductor, como alegoría de la depravación del hombre. Tanto en las historias de niñez, donde descubre a su padrastro en el cuarto de baño y ya reza "běž do peklo, čuraku!" (si no me equivoco: "¡corre al infierno, cacharro que mea!"), como en las historias adolescentes donde unos chicos se sirven de las drogas para abusar sexualmente de una inconsciente sosias. Las ilustraciones finales desgranan la utilidad del pene, le restan el peso de poder sexual para mostrárnoslo como un simple órgano compuesto de glándulas y cuerpos cavernosos. Al final, todo se reduce a vísceras, y desde las entrañas de una mujer dura y lúcida podemos leer esta Vida de una niña.
Vida de una niña
Phoebe Gloeckner
La Cúpula
Phoebe Gloeckner es una autora de cómics desconocida. Normal, cuando su producción se limita a las dos recopilaciones Vida de una niña y Diario de una adolescente. En el libro que nos ocupa se recogen las historias cortas que ha realizado la autora a lo largo de veinte años. Sin ánimo de ser publicados, sólo como instrumento para expulsar los demonios internos, Phoebe Gloeckner descubre en sus dibujos una vida desgarradora, un sentimiento angustioso, con el nudo en el estómago y la rabia contenida, el ansia de canalizar todos sus ahogos hacia el exterior. No hay coherencia argumental entre los distintos relatos, el único nexo común es el de mostrarnos las distintas etapas de la mujer moderna. La niña que sufre abusos por parte de un padrastro aborrecible, la adolescente que se interna en el mundo de las drogas y el libertinaje propio de finales de los 60 y principios de los 70, y la mujer casada insatisfecha con su vida. Tres periodos que reflejan de forma cruda y sin alardes, sinceramente reales, el desasosiego y la inconformidad de una autora que se sirve del cómic para dar un puñetazo en la mesa y mostrarnos la parte más vil de una sociedad condescendiente con la misoginia. Gloeckner nos asesta un certero golpe en lo más profundo de nuestra hipocresía. Ataca al hombre, pero tampoco disculpa a la mujer sometida a los caprichos. No deja títere con cabeza para dejar bien a las claras cuánto miserable se aprovecha de la inocencia.
Sorprendente la capacidad de análisis y la madurez que una jovencísima Gloeckner nos muestra en sus historias más primerizas. Dibujados a escondidas, ocultados al resto de gente, estos dolorosos garabatos servían a la pequeña niña para expulsar toda su incredulidad y, posteriormente, su odio hacia un padrastro abusivo. La turbia y agitada adolescencia de la autora le lleva a integrarse en un mundo underground muy propio de la época, y con aquel estilo de dibujo que despuntaba en la América más indie consigue presentarnos una urbe y una forma de vida sucias. Se dedicaría después profesionalmente a la ilustración médica, tal como se demuestra en varias ilustraciones incluidas al final del libro. No hay que buscar, pues, teniendo en cuenta que las historias se han creado desperdigadas a lo largo de veinte años de la vida de la autora, una coherencia gráfica. Gloeckner dibuja lo que y cómo le pide el cuerpo.
La obsesión por las drogas y el sexo le atenaza durante toda la obra. El miembro viril está siempre presente, más que como aparato reproductor, como alegoría de la depravación del hombre. Tanto en las historias de niñez, donde descubre a su padrastro en el cuarto de baño y ya reza "běž do peklo, čuraku!" (si no me equivoco: "¡corre al infierno, cacharro que mea!"), como en las historias adolescentes donde unos chicos se sirven de las drogas para abusar sexualmente de una inconsciente sosias. Las ilustraciones finales desgranan la utilidad del pene, le restan el peso de poder sexual para mostrárnoslo como un simple órgano compuesto de glándulas y cuerpos cavernosos. Al final, todo se reduce a vísceras, y desde las entrañas de una mujer dura y lúcida podemos leer esta Vida de una niña.
Etiquetas: Lecturas
2 Comentarios:
Acabo de leer este cómic con la piel de gallina y una profunda sensación de asco. Me ha gustado mucho cómo ha reseñado el cómic.
"El miembro viril está siempre presente, más que como aparato reproductor, como alegoría de la depravación del hombre."
Una acaba de leer el cómic sintiendo un asco y casi odio profundo hacia el género masculino.
Lo dicho, enhorabuena por la reseña!
Por Anónimo, a las 3:21 p. m.
Por la parte que me toca, como miembro del género masculino... ejem :)
Gracias por el piropo y me alegro de que te gustara también el cómic. Ahora, deberías acercarte (si no lo has hecho ya) al "Diario de una adolescente" de la misma autora.
Saludos.
Por tirafrutas, a las 4:26 p. m.
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