Lecturas: "El sueño eterno"

Recuerdo que la semana pasada os prometí varias reseñas que al final quedaron en una sola. Sintiéndolo mucho, no tuve más remedio que dejaros colgados por otro tipo de obligaciones, pero bueno, más vale tarde que nunca, ¿no?



El sueño eterno
Andreu Martín y Luis Bermejo
Ediciones Glénat


Si hay un nombre propio dentro del género negro, ése es sin duda Raymond Chandler. Con El sueño eterno (The big sleep en original) irrumpió con estridencia en la escena del hard boiled más puro en el año 1938. Con este refrito de novelas pulp que publicó en la revista Black Mask consiguió un éxito de ventas internacional, dando a conocer al gran público esa atmósfera propia del género negro, aquellas ciudades pobladas por personajes cínicos e hipócritas, movidos únicamente por los objetivos personales y por la ambición económica, despreocupados en el uso de lo pasional y lo violento para conseguir lo anhelado. Una dura crítica, en definitiva, de la sociedad del momento, abocada al desahucio tras la gran crisis económica de los primeros años 30. Presentó además a uno de los personajes que devendrían arquetípicos dentro del género: Philip Marlowe. La figura de este detective privado, inmune a las amenazas y con pose indiferente y soberbia ante la lujuria de las mujeres, se convertiría automáticamente en un icono que rápidamente sería llevado al cine. Interpretado magistralmente por Humphrey Bogart, Philip Marlowe trascendería las librerías para instalarse en el panteón de los mitos de Hollywood.

En su primer caso, El sueño eterno, Philip Marlowe es contratado por el rico general Sternwood para que le ayude ante el chantaje de Arthur Gwynn Geiger, quien amenaza con desvelar las deudas de juegos de una de las hijas de Sternwood, Carmen. A la postre, el marido de la otra hija del general, Vivian, ha desaparecido recientemente. Se rumorea que huyó con otra mujer, pero no hay que hacer caso a todo lo que se oye. Con la minuta de 25 dólares, Marlowe se echará a las calles, cigarrillo en boca, a la búsqueda de pistas que le lleven a la resolución del caso. No faltarán, por supuesto, asesinatos, emboscadas y retruécanos en la trama.

Andreu Martín (1949) es uno de los escritores de género negro más destacados del país. Durante la década de los setenta trabajó como guionista para la editorial Bruguera, donde entregaría multitud de escritos para poder ganarse el pan. Uno de estos guiones, inédito hasta el momento, era el de la adaptación de El sueño eterno de Raymond Chandler. Martín trabajó duro para que la trama del disperso Chandler fuera comprensible y todas las piezas del puzzle encajaran a la perfección. Curiosa es la anécdota del rodaje del film homónimo, cuando el guionista William Faulkner y el director Howard Hawks telegrafiaron a Chandler para preguntarle los motivos de la muerte de uno de los personajes, Owen Taylor, pues no quedaba claro en la novela. Chandler respondió, impasible, que no tenía la menor idea. El modo de trabajo y las estructuras argumentales del novelista, pues, no eran fáciles de adaptar, lo que obligó a Martín a estar largas horas ante la máquina de escribir para rellenar, todo lo fielmente posible al espíritu original, los huecos dejados por Chandler. Resulta, este El sueño eterno, una obra redonda en su base argumental, donde no chirría ninguno de sus engranajes y nada se presenta al azar.

El dibujante de esta adaptación es Luis Bermejo (1931), conocido en el mundo del cómic sobre todo por la realización de la serie Aventuras del FBI. El estilo de dibujo que emplea en esta obra tiene la fuerza de la imagen en blanco y negro, una dualidad inseparable, que contrasta con la ambigüedad de los personajes. Reflejo fiel de lo sugerido por el film, influencia inevitable de toda obra de género negro. No se puede obviar el recuerdo a la serie Torpedo que puede despertar en más de uno; es lógico, por otra parte: Bernet y Bermejo trabajaron juntos durante una larga temporada en Selecciones Ilustradas.