Lecturas: "JSA" y "Wonder Woman: Gente maravillosa"

Sigo comentando cómics que he leído este fin de semana. Ahora le toca el turno a dos títulos del género superheroico, enmarcados dentro del Universo DC.



JSA 1
Varios autores
Planeta DeAgostini


A lo largo de la historia de los cómics de superhéroes ha habido muchos grupos que aunaban la flor y nata de cada casa. Familias, amigos o simplemente reuniones esporádicas de solitarios defensores del Bien, todos parten de la idea del primer supergrupo, la JSA, que dio lugar a toda una pléyade de agrupaciones, cada una con sus ideales y motivaciones, pero siempre bajo la alargada sombra de la primera asociación superheroica. La vuelta al trabajo de la JSA de la mano de James Robinson, Geoff Johns y David Goyer puso de manifiesto que en el terreno de los superhéroes, como en otros ámbitos, para superar los mayores obstáculos no basta con reunir a la estrellas galácticas, sino que se hace imprescindible un grupo compacto, articulado y perfectamente engrasado, con las piezas básicas, distintivas y complementarias que hace de los integrantes de la JSA los más grandes héroes del mundo y de los tiempos.

La nueva etapa que se inicia con esta serie de siete tomos mensuales no está falta de acción, peligros y roces internos. Acaba de regresar, de las arenas de los tiempos, Hawkman, quizá el personaje con más problemas de continuidad de todas las editoriales que gracias al tratamiento recibido por los guionistas de la serie ha conseguido un estatus congruente. La llegada de un peso pesado herido de amor por el rechazo de su eterna amante produce un desequilibrio de fuerzas en el seno del grupo con repercusiones inmediatas en su jerarquía, amén de otras consecuencias personales que veremos más adelante. Por otro lado, también se acaba de incorporar al grupo Black Adam, un antiguo supervillano cuya alineación en la JSA no es bien vista por algún integrante. A pesar de todo, aun cuando las rencillas están carcomiendo por dentro la poderosa sociedad, todos por igual hacen frente común ante las temibles amenazas que se ciernen sobre ellos. Olvidadas las enemistades, el compañerismo se alza como protagonista, ingrediente imprescindible para el éxito del primer supergrupo, el ejemplo de todos.



Wonder Woman: Gente maravillosa
Phil Jiménez
Planeta DeAgostini


Phil Jiménez ha firmado una de las etapas más memorables de las aventuras de la mujer maravilla. Irremediablemente comparado con el ineludible George Pérez, Jiménez ha sido capaz de superar su estigma e impregnar la serie de un sello propio y personal, circunscrito a las relaciones sentimentales y afectivas de Diana con su familia, su pueblo y el mundo exterior a Isla Paraíso. Con el retrovisor puesto hacia la continuidad del personaje, ha construido sagas inolvidables donde Wonder Woman ha puesto a prueba su honor, su valentía, y su compostura, sobre todo ante la peor de las adversidades: la muerte de su madre. Hemos asistido a la evolución de un icono editorial, emblema de un ideal platónico de paz, convivencia y amor, con el debido respeto al trabajo de autores que firmaron las páginas de la serie antes que él.

Pero todo eso queda ya atrás, y con Wonder Woman: Gente maravillosa asistimos al final de su estancia en la serie. Este último tomo es un canto del cisne descafeinado dividido en tres partes claramente diferenciadas que pretenden remarcar tres aspectos de la vida de la princesa amazona. En primer lugar, y como epílogo a la saga de Skartaris, Diana se ve envuelta en un desentendido cronal donde deberá luchar al lado de su madre contra el ejército nazi. Seguidamente, Wonder Woman y parte de su legado superheroico, Donna Troy y Wonder Girl, deberán enfrentarse a una antigua amiga reconvertida en supervillana, en medio de una venganza personal entre enemigos de la amazona. Finalmente, y como colofón a una etapa gloriosa, se nos presenta una descorazonadora y edulcorada exaltación de la figura de la superheroína.

En todos estos episodios, Jiménez sigue estando a la altura gráficamente hablando, desembarazándose de la influencia de George Pérez y marcando con huella su trabajo, pero se apresura a cerrar cabos antes de su despedida, y por ello cae en desatender la intensidad de los momentos clave. Diana se torna un personaje más icónico que nunca, un cascarón que muestra emociones casi como si surgieran de pulsar un botón. Una verdadera lástima, un punto final que no tiene por qué manchar la trayectoria global de uno de los pocos autores que había conseguido tratar con respeto e integridad un personaje verdaderamente difícil, lo que le hace marecedor de mayor reconocimiento.