Lecturas de salón (IX)

Finalmente no ha podido ser. Sigo en Barcelona, con un calor de mil demonios, en lugar de estar en Gijón, gozando de una buena sidra y unos choricitos. La cabeza de mi jefe no ha tardado en rodar en mi imaginería particular.

Para compensar un poco, he podido disfrutar de la lectura de Rodrigo. Manuel no está solo. Si no lo habéis comprado todavía, no sé a qué esperáis.


Rodrigo. Manuel no está solo
Rodrigo
Ediciones Sinsentido


Manuel es una historia de amor imposible. Desde el mismo momento de la primera aparición de Manuel, acompañada por la intervención de Cupido, la vida de Rodrigo gira en torno a su presencia. En discotecas, teatros, callejeando por Madrid, Rodrigo sólo tiene ojos, ansias, por Manuel. Incluso en la ausencia, los pensamientos del enamorado sólo tienen una imagen retenida y manipulada por sus anhelos. Pero este deseo es imposible de satisfacer. Aún así, a pesar del rechazo, del distanciamiento, del inexorable paso del tiempo, Manuel sirvió de motor inspirador, musa si así se quiere definir, para que Rodrigo, el dibujante y escultor, nos regalara a principios de los 80 todo un torrente de creatividad, experimentación visual y narrativa, que impregnaron las páginas de la revista La luna de Madrid.

Rodrigo. Manuel no está solo es una lujosa antología del trabajo de Rodrigo, aparecido en revistas como la mencionada La luna de Madrid y Cairo en plena movida madrileña. El grueso del volumen está destinado a las dos partes en que se divide el relato Manuel y luego se deja paso a las breves e independientes historias que realizó el autor, en colaboración o en solitario. Finaliza este tomo un emotivo epílogo, unas páginas de serendipia, de recuerdo y sentimientos reavivados.

El encomiable trabajo de arqueología y recopilación de la editorial madrileña, fruto de un proyecto nacido bajo la paternidad de Pablo Peinado y auspiciado por Jesús Moreno y compañía, nos ha dejado como resultado la posibilidad de redescubrir uno de los pilares del cómic madrileño de los primeros ochenta. Rodrigo tiene un completo y académico dominio de la figura humana, plástica y maleable, que aprovecha para contrastar con la delineación de decorados, faraónicos edificios que conforman la silueta de Madrid y que no dudan en tomar parte del amor del autor, dando forma surrealista y desenfocada de un sentimiento irrefrenable y perenne.