Lecturas: "El final de la guerra" |
Joe Sacco no es santo de mi devoción precisamente, pero con El final de la guerra y, concretamente, con la historia de Šoba, ha conseguido que le perdone (engreído de mí) ciertas carencias que le encuentro como autor de cómics.
El final de la guerra: Reseñas biográficas de Bosnia, 1995-96
Joe Sacco
Planeta DeAgostini
Tenemos al Joe Sacco reportero de vuelta con El final de la guerra: Reseñas biográficas de Bosnia, 1995-96, un libro que aúna dos pedazos biográficos realizados por el autor maltés tras su estancia en la Bosnia de mediados de los 90, a finales de la cruenta guerra civil que asoló la extinta Yugoslavia. Allí se fue Sacco en calidad de corresponsal de guerra, y fruto de sus vivencias salieron los libros Gorazde y El mediador, ambos publicados por Planeta DeAgostini. Como una especie de escenas eliminadas de estas dos obras, tenemos este nuevo cómic donde Sacco nos presenta, por un lado, la vida de un artista bohemio metido a buscador de minas y, por otro, su encuentro con Radovan Karadžić.
Šoba es el protagonista que da título a la primera historia. En ella, Sacco captura los pequeños momentos de calma en la vida urbana de Sarajevo, la búsqueda de ocio que impregne unas vidas saturadas de violencia. Las noches de fiesta de Šoba en su garito preferido de la capital Bosnia le sirven como vía de escape a todo un día buscando y desactivando minas enemigas a las afueras de la ciudad. Como del mismo frente se tratara, Šoba se sitúa en el punto estratégico del bar, a la caza y captura de las jóvenes bosnias que no escaparon de la guerra durante 1992. Él es el joven artista, con tintes bohemios de Europa del Este, más reconocido de su entorno y, por las terribles circunstancias bélicas en que está sumergido, también atrae la atención de galerías y multitud de reporteros extranjeros. Sus obras son codiciadas y frecuentemente le invitan a abandonar el país para labrarse un nuevo futuro como artista en Italia. Pero Šoba se niega a ser "otro refugiado más", quiere quedarse en su país, en su ciudad, por la que tanto ha luchado, aunque estoicamente, y reniega de los clichés en los que caen aquellos que tratan, desde fuera, de presentar su vida como una metáfora romántica de la guerra de los Balcanes y la figura representativa de la vida de la juventud capitalina. Sacco nos presenta, por contra, una persona, con sus defectos y sus virtudes, un Šoba preocupado por las secuelas postraumáticas que dejará tan terrible lucha fraticida en una sociedad inmersa en una guerra sin sentido. Y, mientras tanto, el artista bosnio recupera su vida normal en las contadas noches tranquilas de Sarajevo, carga con sus penas mientras sigue siendo él mismo, sin perder su identidad, erigiéndose como un ídolo de las artes plásticas y el rock, que continuará su labor tras la firma de la tan ansiada paz.
La vívida biografía de Šoba nos muestra la otra faceta de una guerra intermitente, donde las pausas dan pie a una restauración virtual de lo que sería, de otro modo, la vida nocturna habitual de los jóvenes de Sarajevo. El mismo Šoba reconoce que sus vidas son una eterna lucha, de día por la supervivencia, y de noche "por tener una vida normal". Es el conmovedor retrato de un superviviente que alterna las exuberantes y desquiciadas noches de juerga con sus compañeros con momentos de un fatalismo introspectivo que refleja el rendido hastío al que le ha llevado la guerra. La música y las mujeres son los pocos placeres que le quedan en un periodo bélico desesperanzador cuyo final le lleva a plantearse un futuro aún menos prometedor. "¿Quién va a querer comprar el tipo de cosas que hago ahora?", se pregunta, "Trata de cosas horribles. ¿Cómo ganaré dinero en el futuro?". La llegada de la paz desubica a una persona que ha pasado sus mejores años agazapado en campos de minas y que ahora, contradictoriamente a como lo consideraba antaño, ve la alternativa de la emigración como la única salida lógica: "No quiero vivir en Sarajevo, siento demasiada presión aquí. Quiero marcharme". Son las palabras de una guerra que ofrece muy pocas oportunidades a sus supervivientes.
"Navidad con Karadžić" se plantea de forma completamente opuesta. En ella, el propio Sacco se constituye como el eje central del relato y nos narra un episodio de su estancia periodística en Bosnia. Concretamente, su intento de entrevistar, junto con dos periodistas norteamericanos, al líder serbobosnio Radovan Karadžić durante el transcurso de una misa ortodoxa navideña en enero de 1996. Tras el complicado periplo que mantienen los tres, en pos de una meta periodística que por momentos parece inalcanzable, por fin Sacco se encuentra cara a cara con un criminal de guerra que ha cometido atrocidades en nombre de una revolución, y su reacción no será la esperada.
En "Navidad con Karadžić" Sacco se lamenta de su apática reacción ante la presencia del criminal de guerra Radovan Karadžić. "No noto nada intimidatorio en su presencia", admite el autor, sorprendido porque es "un hombre al que aborrezco con toda mi alma desde años". Quizá era la imagen exterior que se presentaba de una figura política que albergaba una paradoja en su interior. Su vida adolescente en Sarajevo, plácida y tolerante, contrasta con las palabras que tuvieron eco mundial y que Sacco se repite una y otra vez para tratar de despertar algún sentimiento. "En Sarajevo no harán recuento de muertos; lo harán de los vivos" es el mantra que el autor utiliza para reconciliarse consigo mismo, consternado y avergonzado por no sentir nada hacia una persona que no conocía hasta ese momento más que por lo leído en la prensa. Ni odio, ni deseos de venganza, "de hecho, ir a verle era lo más divertido que había hecho por Navidad en años".
Esta frase final define otra lectura de este capítulo, en la que podemos comprobar que la labor de los periodistas durante la guerra puede llegar a ser demasiado interesada. Es el trabajo que se realiza detrás de las cortinas, lo que no vemos de los reportajes televisivos y las crónicas escritas. La búsqueda de algo que ofrecer a las agencias a toda costa para compensar el peligro y los gastos ocasionados da lugar a situaciones que revelan la discutible ética y el afán de sensacionalismo a falta de auténtica relevancia. En un momento del relato, los protagonistas piensan que no llegarán a localizar a Karadžić, situación que propicia que Kasey, de la NBC, fiel a sus intereses económicos, se procure montar una noticia propia con ruidos de ametralladora de fondo. Sería el típico reportaje a pie del cañón, pero menos es nada. "La mitad de su cerebro es una caja registradora y ahora mismo indica no hay ventas", son las palabras mediante las que Sacco describe al corresponsal.
Es sorprendente la facilidad con que el personal de prensa puede acceder a todos los rincones de un país en guerra. No encuentran obstáculos imposibles de solventar para llegar a situarse frente a frente ante uno de los mayores líderes de la contienda y entrevistarle. Como también choca la quietud que se respira en la misa a la que acude Karadžić, como otra de las pausas del conflicto que protagonizan el primer relato.
El final de la guerra es una obra que en su conjunto no se presenta de forma tan cohesionada como sus antecesoras, Gorazde y El mediador, pero sirve para descubrir otro lado más humano de la guerra. Sacco nos presenta dos puntos de vista divergentes, el de uno de los protagonistas de la juventud del Sarajevo asediado y el de un periodista que se enfrenta a un dilema moral que le conmociona. Con neutralidad periodística, el autor de origen maltés se posiciona de forma imparcial en ambas partes, dejando para el lector las conclusiones que considere oportunas. Los relatos de Šoba impactan directamente a nuestros ojos y nuestra conciencia. Estamos ante el abierto testimonio en primera persona de un joven con una doble vida que se sube a la balanza de su cordura y su ánimo y la desnivela sucesivamente. Por otro lado, el para nada dificultoso viaje de los periodistas y su reacción personal ante la noticia nos dejan con las ansias de lograr la primicia por parte de unos y el estupor ante la ausencia de la más mínima brizna de odio por parte de Sacco, en un ejercicio de sinceridad con cierto tono de vergüenza.
Es El final de la guerra un nuevo testimonio de una guerra que perdura en la memoria histórica de una Europa sonrojada. Karadžić sigue siendo un tema vigente en el mundo periodístico, proscrito y perseguido por crímenes de guerra por el Tribunal Internacional de La Haya. Por su parte, y tras una década ya del final de la guerra de los Balcanes, una historia como la de Šoba es capaz de recordarnos la heroicidad del día a día de unas personas inmersas en una cruel lucha por la supervivencia, tanto vital como espiritual.
El final de la guerra: Reseñas biográficas de Bosnia, 1995-96
Joe Sacco
Planeta DeAgostini
Tenemos al Joe Sacco reportero de vuelta con El final de la guerra: Reseñas biográficas de Bosnia, 1995-96, un libro que aúna dos pedazos biográficos realizados por el autor maltés tras su estancia en la Bosnia de mediados de los 90, a finales de la cruenta guerra civil que asoló la extinta Yugoslavia. Allí se fue Sacco en calidad de corresponsal de guerra, y fruto de sus vivencias salieron los libros Gorazde y El mediador, ambos publicados por Planeta DeAgostini. Como una especie de escenas eliminadas de estas dos obras, tenemos este nuevo cómic donde Sacco nos presenta, por un lado, la vida de un artista bohemio metido a buscador de minas y, por otro, su encuentro con Radovan Karadžić.
Šoba es el protagonista que da título a la primera historia. En ella, Sacco captura los pequeños momentos de calma en la vida urbana de Sarajevo, la búsqueda de ocio que impregne unas vidas saturadas de violencia. Las noches de fiesta de Šoba en su garito preferido de la capital Bosnia le sirven como vía de escape a todo un día buscando y desactivando minas enemigas a las afueras de la ciudad. Como del mismo frente se tratara, Šoba se sitúa en el punto estratégico del bar, a la caza y captura de las jóvenes bosnias que no escaparon de la guerra durante 1992. Él es el joven artista, con tintes bohemios de Europa del Este, más reconocido de su entorno y, por las terribles circunstancias bélicas en que está sumergido, también atrae la atención de galerías y multitud de reporteros extranjeros. Sus obras son codiciadas y frecuentemente le invitan a abandonar el país para labrarse un nuevo futuro como artista en Italia. Pero Šoba se niega a ser "otro refugiado más", quiere quedarse en su país, en su ciudad, por la que tanto ha luchado, aunque estoicamente, y reniega de los clichés en los que caen aquellos que tratan, desde fuera, de presentar su vida como una metáfora romántica de la guerra de los Balcanes y la figura representativa de la vida de la juventud capitalina. Sacco nos presenta, por contra, una persona, con sus defectos y sus virtudes, un Šoba preocupado por las secuelas postraumáticas que dejará tan terrible lucha fraticida en una sociedad inmersa en una guerra sin sentido. Y, mientras tanto, el artista bosnio recupera su vida normal en las contadas noches tranquilas de Sarajevo, carga con sus penas mientras sigue siendo él mismo, sin perder su identidad, erigiéndose como un ídolo de las artes plásticas y el rock, que continuará su labor tras la firma de la tan ansiada paz.
La vívida biografía de Šoba nos muestra la otra faceta de una guerra intermitente, donde las pausas dan pie a una restauración virtual de lo que sería, de otro modo, la vida nocturna habitual de los jóvenes de Sarajevo. El mismo Šoba reconoce que sus vidas son una eterna lucha, de día por la supervivencia, y de noche "por tener una vida normal". Es el conmovedor retrato de un superviviente que alterna las exuberantes y desquiciadas noches de juerga con sus compañeros con momentos de un fatalismo introspectivo que refleja el rendido hastío al que le ha llevado la guerra. La música y las mujeres son los pocos placeres que le quedan en un periodo bélico desesperanzador cuyo final le lleva a plantearse un futuro aún menos prometedor. "¿Quién va a querer comprar el tipo de cosas que hago ahora?", se pregunta, "Trata de cosas horribles. ¿Cómo ganaré dinero en el futuro?". La llegada de la paz desubica a una persona que ha pasado sus mejores años agazapado en campos de minas y que ahora, contradictoriamente a como lo consideraba antaño, ve la alternativa de la emigración como la única salida lógica: "No quiero vivir en Sarajevo, siento demasiada presión aquí. Quiero marcharme". Son las palabras de una guerra que ofrece muy pocas oportunidades a sus supervivientes.
"Navidad con Karadžić" se plantea de forma completamente opuesta. En ella, el propio Sacco se constituye como el eje central del relato y nos narra un episodio de su estancia periodística en Bosnia. Concretamente, su intento de entrevistar, junto con dos periodistas norteamericanos, al líder serbobosnio Radovan Karadžić durante el transcurso de una misa ortodoxa navideña en enero de 1996. Tras el complicado periplo que mantienen los tres, en pos de una meta periodística que por momentos parece inalcanzable, por fin Sacco se encuentra cara a cara con un criminal de guerra que ha cometido atrocidades en nombre de una revolución, y su reacción no será la esperada.
En "Navidad con Karadžić" Sacco se lamenta de su apática reacción ante la presencia del criminal de guerra Radovan Karadžić. "No noto nada intimidatorio en su presencia", admite el autor, sorprendido porque es "un hombre al que aborrezco con toda mi alma desde años". Quizá era la imagen exterior que se presentaba de una figura política que albergaba una paradoja en su interior. Su vida adolescente en Sarajevo, plácida y tolerante, contrasta con las palabras que tuvieron eco mundial y que Sacco se repite una y otra vez para tratar de despertar algún sentimiento. "En Sarajevo no harán recuento de muertos; lo harán de los vivos" es el mantra que el autor utiliza para reconciliarse consigo mismo, consternado y avergonzado por no sentir nada hacia una persona que no conocía hasta ese momento más que por lo leído en la prensa. Ni odio, ni deseos de venganza, "de hecho, ir a verle era lo más divertido que había hecho por Navidad en años".
Esta frase final define otra lectura de este capítulo, en la que podemos comprobar que la labor de los periodistas durante la guerra puede llegar a ser demasiado interesada. Es el trabajo que se realiza detrás de las cortinas, lo que no vemos de los reportajes televisivos y las crónicas escritas. La búsqueda de algo que ofrecer a las agencias a toda costa para compensar el peligro y los gastos ocasionados da lugar a situaciones que revelan la discutible ética y el afán de sensacionalismo a falta de auténtica relevancia. En un momento del relato, los protagonistas piensan que no llegarán a localizar a Karadžić, situación que propicia que Kasey, de la NBC, fiel a sus intereses económicos, se procure montar una noticia propia con ruidos de ametralladora de fondo. Sería el típico reportaje a pie del cañón, pero menos es nada. "La mitad de su cerebro es una caja registradora y ahora mismo indica no hay ventas", son las palabras mediante las que Sacco describe al corresponsal.
Es sorprendente la facilidad con que el personal de prensa puede acceder a todos los rincones de un país en guerra. No encuentran obstáculos imposibles de solventar para llegar a situarse frente a frente ante uno de los mayores líderes de la contienda y entrevistarle. Como también choca la quietud que se respira en la misa a la que acude Karadžić, como otra de las pausas del conflicto que protagonizan el primer relato.
El final de la guerra es una obra que en su conjunto no se presenta de forma tan cohesionada como sus antecesoras, Gorazde y El mediador, pero sirve para descubrir otro lado más humano de la guerra. Sacco nos presenta dos puntos de vista divergentes, el de uno de los protagonistas de la juventud del Sarajevo asediado y el de un periodista que se enfrenta a un dilema moral que le conmociona. Con neutralidad periodística, el autor de origen maltés se posiciona de forma imparcial en ambas partes, dejando para el lector las conclusiones que considere oportunas. Los relatos de Šoba impactan directamente a nuestros ojos y nuestra conciencia. Estamos ante el abierto testimonio en primera persona de un joven con una doble vida que se sube a la balanza de su cordura y su ánimo y la desnivela sucesivamente. Por otro lado, el para nada dificultoso viaje de los periodistas y su reacción personal ante la noticia nos dejan con las ansias de lograr la primicia por parte de unos y el estupor ante la ausencia de la más mínima brizna de odio por parte de Sacco, en un ejercicio de sinceridad con cierto tono de vergüenza.
Es El final de la guerra un nuevo testimonio de una guerra que perdura en la memoria histórica de una Europa sonrojada. Karadžić sigue siendo un tema vigente en el mundo periodístico, proscrito y perseguido por crímenes de guerra por el Tribunal Internacional de La Haya. Por su parte, y tras una década ya del final de la guerra de los Balcanes, una historia como la de Šoba es capaz de recordarnos la heroicidad del día a día de unas personas inmersas en una cruel lucha por la supervivencia, tanto vital como espiritual.
Etiquetas: Lecturas
1 Comentarios:
Muy buena tu crítica del libro de Sacco. A mí si que me gustan sus reportajes en cómic, porque no lo considero un dibujante al uso, sino un periodista que utiliza el cómic como medio de expresión. Conocía los dos anteriores libros de él dedicados a Bosnia y el de Palestina. Iré ahora mismo a conseguir éste. Saludos, Oscar
Por Óscar García, a las 3:06 p. m.
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