Lecturas: "Safari playero"

Hace un día perfecto de playa. Un solazo de primero de mayo que se cuela por las ventanas, abrazándote como queriéndote arrastrar al mar. Y el sosiego del día festivo ayuda. Qué buen día para leer algo tranquilito...



Safari playero
Mawil
Bang! Ediciones


Un pequeño conejo cabezón, parlanchín y con gafas va a parar, sin motivo aparente, a una inhóspita playa. Allí, totalmente perdido, el hambriento y asustadizo animal busca algo que meterse entre pecho y espalda. Es temporada de vacaciones, y un grupo de chicas adolescentes ha escogido ese páramo para pasar los días al sol y surfear. Enseguida cae simpático a las chicas, quienes le acogen en cada una de sus visitas y le proporcionan algo de alimento, mucha diversión y tranquilidad. Pero sobre todo una de ellas inmediatamente entabla una especie de amistad con el diminuto conejo antropomorfo. La confianza, día a día, va creciendo entre ellos, los lazos se van estrechando. Son un par de almas solitarias anónimas con ningún objetivo a la vista más que el sosegado transcurrir del tiempo frente al pacífico mar.

Mawil (Siempre podemos ser amigos; Bang!, 2005) vuelve a retratarnos la adolescencia en una obra de asueto y contemplación. Hay momentos de la vida en que no hacer nada es más que suficiente para obtener el placer de unos minutos de relajo, para abstraerse de los problemas cotidianos que asoman ocasionalmente para que no nos olvidemos de ellos, porque finalmente tendremos que volver a la rutina; abandonar nuestra playa particular. Pero siempre encontramos algo más: en la tranquilidad de las vacaciones podemos tratar de reencontrar nuestro camino. Con su garbo habitual, Mawil alterna momentos simpáticos en los que el conejito, en su ingenuidad, es objeto de alguna broma, con otras situaciones más tiernas e, incluso, románticas. En este Safari playero disfrutamos de unos minutos de simple y llana evasión, una obra sin más pretensión que proporcionarnos los mismos instantes de solaz que sus protagonistas.