Lecturas: "Los complots nocturnos"

Ideal para las noches sin luna...



Los complots nocturnos
David B.
Ponent Mon


En 1992, David B. publicó en L'Association el libro Le cheval blême, una recopilación en forma de historieta de varios de los sueños que protagonizaron muchas de las noches del autor. Una década y media después, podemos leer en castellano Los complots nocturnos, el cómic que supone el regreso del autor francés a un mundo onírico que nunca ha abandonado por completo. Este libro recopila 19 de sus sueños entre diciembre de 1979 y septiembre de 1994, pasajes extirpados del subconsciente de un David B. en estado de gracia.

La imaginación deja paso al caótico y aparentemente sin sentido mundo de los sueños, donde todo es posible e incongruente, nada tiene un orden lógico ni una relación de causa-efecto palpable, pero sí un halo de dejà vu omnipresente que despierta cierta inquietud al descubrirse un fuerte lazo que integra todos los relatos en un universo metafísico común. Es la constante aparición de gestos y personajes, de obsesiones que embriagan a un David B. quijotesco. La paranoia invade al autor en sus sueños, una demencia que esculpe y da vida a criaturas improbables que pueblan las calles y los edificios de unas ciudades geográficamente imposibles. Es una locura desatada sobre la almohada que, una vez en el pincel, es cuadriculada y aprisionada por la mente despierta del dibujante. Allí encontramos sus miedos reales, los más recurrentes, los más instintivos, y que vemos asiduamente en su obra: ejércitos de la Gestapo, centurias romanas, el profeta velado, el gato de Giacometti, libros de Roland Topor, terroristas...

Una espesa bruma azul se cierne sobre un David B. proscrito, héroe, espía... protagonista de un seguido de aventuras siempre bajo el manto de una noche cerrada. Un aire oscuro y denso impregna las distintas secuencias surgidas del inconsciente subversivo, con una estética que evoca con fuerza las series policíacas de los años 30. Azul, negro y blanco son los ingredientes de esta atmósfera naïf. Los colores se tocan pero no se mezclan; las superficies se definen con la exactitud que se sugiere en los espacios entre viñetas. Todos estos elementos conforman una suerte de entorno cubista para desatar el mundo surrealista que el autor alberga en su interior.

Mucho más que las guerras, la hambruna y el desasosiego presente en los distintos sueños relatados, da auténtico miedo cerrar el libro y despertar.


Páginas interiores:

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